¿Vida en otros planetas?

Por: Julián Alberto Villegas Perea

Las evidencias de naves espaciales extraterrenas avistadas en nuestros cielos , así como de eventuales tripulantes que las manipulan, lo cual ha sido aceptado, aunque tímida y muy tardía pero significativamente en los últimos tiempos, por organismos estatales de seguridad nacional de los Estados Unidos, de Rusia e Inglaterra; por el Vaticano, por algunos Parlamentos europeos y también por algunos medios masivos e internacionales de comunicación (todo lo cual es absolutamente predecible en un universo compuesto por millones de millones de galaxias, conformadas a su vez por millones de millones de sistemas solares), no es, pero ni por cerca, la patente de corzo para desfigurar y mucho menos para desnaturalizar el comprobado hecho histórico y teológico de Cristo, su doctrina, su resurrección y el surgimiento de millones de sus imitadores y seguidores.

La importancia de la dimensión espiritual en el hombre y su integración con el resto de la vida, la búsqueda de un significado a la existencia, el deseo de una realización y el propósito de un destino trascendente, así como la fisura en el alma ante el fracaso de la verdadera y total respuesta del racionalismo y su materialidad, y ahora último estos nuevos reconocimientos exóticos de civilizaciones de exoplanetas, que desplazan el protagonismo del hombre como ser único en el universo, han llevado a procurar por el método de un sincretismo una respuesta atractiva a sus profundas inquietudes.

Nace entonces una rutilante religión universal moderna, “Nueva Era”, o ahora una especie modificada y adaptada de la misma, convertida en un completo sincretismo en el cual se han procurado fusionar elementos internos y externos (personas, acontecimientos, y misterios) de los hechos históricos de la religión judeo cristiana, con expresiones lingüísticas de la física cuántica, de la astronomía, del hinduismo, del budismo, del protognosticismo, y de relatos, saberes, prácticas y culturas ancestrales.

AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR Y AL SEÑOR LO QUE ES SUYO

Entonces, las verdades esenciales y fundamentales de la teología cristiana, su égida y su cosmovisión, como por ejemplo el hecho de la resurrección del hijo del carpintero de Belén y la consecuente doctrina específica de tal acontecimiento; el valor de la persona misma del Mesías, su esencial misión de salvación, su lugar en la cosmología y en el universo total material y espiritual; la concepción del origen del cosmos, quedan de repente soslayadas por la creencia en la metempsicosis; la admiración a un gran ser de luz llamado Jesús, como maestro yogui iluminado; y la combinación de hipótesis de la transferencia de elementos de la vida mediante rocas que caen en la tierra para inocularla, en un proceso autoevolutivo, durante 13.800 millones de años, hasta la raza humana. Pero al tiempo se combina ello con la creencia en seres intermedios de un empíreo desconocido de seres angélicos que fueron los padres creadores, de seres interdimensionales que son los maestros de moral, de ética y del avance científico.

LA TRANSMIGRACIÓN DE LAS ALMAS o REENCARNACIÓN está en una línea de concepción filosófico cosmológica completa y diametralmente contraria a la RESURRECCIÓN.

La esencia del Cristianismo radica en la persona de Cristo. No en una filosofía, ni en una religión, ni en una disciplina corporal, ni en una congregación.

Cristo es el Unigénito hijo de Dios. Dios no da lugar a que nadie más usurpe su lugar

Cualquier pensamiento, aún dulcificado, rutilante, o sublime o antropoatractivo que esté en la pretendida vía de creer o preconizar que, por medio de ciertas disciplinas, cual Sidarta Gautama, o Paramanhansa Yogananda, o Vaktivedanta Brhabupada, o Dalai Lama, se pueda alcanzar el lugar de Cristo, está absolutamente fuera de la fe y la pureza de la doctrina cristiana.

Se puede alcanzar la santidad y la hermandad con cristo, pero nunca el lugar de su Autoridad.

Uno de los caminos -hay otros- que procuró ese desafío fue el que allanó Luz Bell, y conocemos su consecuencia.

Ahora bien. Que la vida de esas civilizaciones extraterrestres muy avanzadas, su periplo ontológico y evolutivo, nos ofrezcan muchas prácticas de pureza espiritual, como la oración, la meditación, la fe desarrollada, el ayuno, la oblación del ego, el dominio de la voluntad o templanza, la alabanza, la paciencia, la mansedumbre, la bondad, el DESAPEGO de los bienes materiales, y otras disciplinas sublimes, ello no hace sino confirmar que Cristo puede ser El Rey de todos los seres existentes en el universo conocido, y en los universos desconocidos (llámense en el sugerido orden de evolución ontoespiritual, dimensiones físicas, cuánticas, realidades paralelas o mentales, dominios, potestades, tronos, espiritualidades).

La creencia de la autorealización, alcanzamiento del cielo (o estancia superior en la vida divina, sin entrar a calificarla), sin la obra salvífica de Cristo, goza, a la patética postre, de la línea que llega a concebir el universo no como la obra de un Creador, sino como consecuencia de un azar en las multitudinarias fuerzas y riquísima urdimbre de energías que en un átomo se desataron a través del big bang, y luego, entre ensayo, error, corrección de la propia naturaleza, a través de 13.800 millones de años, surgió la vida que al evolucionar por selección natural terminó en los humanos.

La esencia, pues, del Cristianismo radica en la RESURRECCION y no en la REENCARNACIÓN.

Ese Cristo «adaptado» para un ramal de la que innegablemente se conoce hoy día como «Nueva Era», o una especie de la misma, no es el Cristo que dijo mayestáticamente estas tres afirmaciones: Yo soy el camino (No un camino), yo soy la verdad (no una verdad), yo soy la vida. Nadie viene al Padre (Dios) sino por mí.

Posted by Elías

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