Por: César Enrique Sánchez Jaramillo. En las recientes semanas un porcentaje importante de los estudiantes y de los docentes de todo el territorio nacional están retornando a las instituciones educativas de manera paulatina, en el marco del esquema empleado en muchos países de retorno seguro, gradual y voluntario RSGV.
Dicho retorno no ha estado desprovisto de la polarización que suele acompañar a la mayoría de las discusiones y decisiones actuales. Se identifica, de una parte, a docentes y a familias que han manifestado su resistencia a retornar a entornos los cuales consideran que no cumplen con las condiciones del RSGV, posición que basan en estudios epidemiológicos y sobre la caracterización de las sedes educativas.
De otra parte, están quienes plantean la necesidad perentoria de retornar lo más pronto posible a las clases presenciales, liderados por un grupo de destacados académicos, dirigentes del Sector Educativo, políticos, empresarios y economistas, quienes se apoyan en documentos y estudios sobre todo aportados por organismos internacionales como la Unicef y la OMS que señalan que “esta pandemia y las medidas de contención sin precedentes, derivadas de ella, están afectando a todos los aspectos de la vida de los niños, niñas y adolescentes: su salud física, su desarrollo, sus posibilidades de aprendizaje, su comportamiento, la seguridad económica de sus familias y su protección frente a la violencia y el abuso”.
Si bien lo deseable es el retorno en condiciones adecuadas, lo que no se ha demostrado hasta el momento, son los efectos “devastadores y el daño irreversible” en menores, derivado del confinamiento, tal como lo argumentan algunos de los mencionados expertos, ya que esto sólo podrá probarse con un estudio longitudinal que abarque un horizonte temporal que aún no ha ocurrido. En realidad, lo único irreversible es que el estudiante pierda a su profe, a sus padres, a sus abuelos o su propia vida.
En efecto, la misma OMS reclama por estudios rápidos a falta de información para caracterizar los efectos de la pandemia para lo cual ha aportado un protocolo y según seis asociaciones de los campos de la Sicología, la Psiquiatría la Neuropsicología, 3 de ellas especializadas en el niño y el adolescente, se concluye que existen numerosas recomendaciones, la mayoría de expertos, que no han sido contrastadas por estudios[2]
De otra parte, no se ha demostrado que los efectos físicos y mentales no se puedan tratar en confinamiento ni tampoco que el sólo hecho de asistir a la presencialidad va a disolver los efectos de las pérdidas de familiares o la agorafobia producidas por la pandemia.
Los impactos en niños y jóvenes, son evidentes, pero hay que llamar la atención en que los vehementes argumentos en defensa del retorno a las instituciones educativas, están cobrando dos víctimas, muy importantes, de manera no muy bien justificada: al cuerpo docente y a la mal llamada educación virtual. (A la cual preferimos referirnos como educación a distancia o remota asistida por tecnologías de la información y la comunicación).
Lo primero que se ha señalado en redes de interacción del Sector Educativo, es que los profesores se oponen a que los niños regresen a las aulas, lo cual no es cierto; la posición del magisterio es que el gobierno nacional y algunas administraciones locales han hecho caso omiso de las recomendaciones para el retorno formuladas de la UNESCO y los Centros de Prevención y Control de Enfermedades –CDC- y no han hecho la inversión suficiente para las adecuaciones necesarias y en muchos colegios no se cuenta con las condiciones de bioseguridad que les permita reducir los riesgos de contagio, enfermedad y muerte.
Uno de los argumentos que se han planteado en estos espacios, es que el virus ha demostrado ser “benigno” con los niños. Una cosa sería afirmar que el virus no es tan letal en la población menor; es decir, en el grupo en el que se encuentran los estudiantes; pero en ningún caso es correcto asegurar que es benigno, pues al momento de hacer esa afirmación ya se contaban más de 150 menores entre los decesos por Covid.
La gravedad de esta cifra, trató de ser minimizada acudiendo al dato de que mueren muchos más niños por influenza que por Covid. Este giro interpretativo demuestra que los datos no son verdades absolutas sino que son como una cobija: al tapar una parte, deja al descubierto otra.
Según el informe Defunciones por Covid del Dane a 17 de enero de 2021, el mencionado dato sólo es ligeramente cierto en menores de 5 años (101 por Covid, 127 por neumonía e influenza, pero en el rango de 5 a 19 años, Covid triplica (129 casos) en decesos en menores por neumonía e influenza (47casos).
Es decir, al plantear que en algunos casos mueren más menores por influenza que por Covid, se invisibiliza el “dato” que el Covid ha incrementado en un 132% la mortalidad en niñez y la juventud hasta los 19 años con respecto a la producida por neumonía e influenza.
Ese tipo de planteamientos, basados en el dato, son propios de los modelos teóricos, sobre todo en la economía, los cuales, para que funcionen, deben “desaparecer” la porción de la realidad que no sea funcional a dicho modelo o partir del supuesto de que todas las variables se van a comportar como lo predice; es la típica tiranía del ceteris paribus.
En el caso que nos ocupa, de los argumentos para el retorno a las instituciones, para que funcione el modelo según el cual los niños no son un vector de contagio y propagación de la epidemia, se tendrían que desaparecer otros elementos: los docentes, cuidadores, transportistas, y administrativos que los atienden, la mayoría de quienes sí están dentro de ese grueso de la población entre los 20 y 59 años en el cual se ubican el 75% de casos y la mayoría de decesos. Además, se tendría que desactivar la hipótesis de que los jóvenes que están en el segmento de la educación media y superior, son importantes propagadores del contagio.
Una “solución” planteada por algunos notables, es que los docentes mayores se pensionen y que se pasen al régimen contributivo ordinario de las EPS. La propuesta aparece como oportuna, sensata, aséptica y preocupada por la salud del magisterio, pero no deja ver el impacto negativo en la pérdida de conquistas de luchas sindicales, y de la salida de importantes líderes defensores de la educación pública (lo cual sería muy deseable para el establecimiento) o excelentes docentes que se encuentran en los rangos de edad de mayores de 50. El recambio generacional, necesario, debe ser consensuado y planificado.
El segundo grupo de argumentos fuertes al que se acude para promover el retorno a las instituciones educativas, es el de la desacreditación de la educación a distancia, mediante afirmaciones lapidarias de que esta modalidad o metodología “no es verdadera educación”; que no puede ser de calidad o que no es un ámbito en el cual se pueda garantizar el derecho a la educación.
Esto tampoco obedece a la realidad. Las herramientas, contenidos, plataformas y tutores, son, en muchos casos, la única opción con que cuentan, muchos niños, niñas y jóvenes para acceder a la educación, para sustituir entornos escolares inseguros o para ser incluidos por su condición de artistas, discapacitados, enfermos o por tener otras condiciones especiales que les impide asistir de manera presencial a las aulas.
En un artículo de El Tiempo, el Profesor Wassermann, conocedor de que la educación virtual puede ser buena alternativa bajo determinadas condiciones de calidad, según se infiere de sus columnas, afirma, sin embargo, que “pararse frente a una cámara y recitar, y luego pedir a los niños que muestren una tarea no es algo riguroso[3]”.
Esta afirmación está muy lejos de describir el grandioso esfuerzo que han realizado docentes de la educación pública y privada, con gran creatividad, sobrecarga laboral y asumiendo los sobrecostos en conectividad, materiales, seguimiento y por mantener a sus alumnos y alumnas dentro del sistema educativo, asumiendo el rol de profes, artistas, guías socioemocionales y hasta solidarios proveedores de alimentos para la subsistencia de sus estudiantes y sus familias.
El derecho a la educación en ámbitos de educación remota, igual que cualquier otra modalidad, se puede cumplir si se garantizan los 4 ejes que lo constituyen: disponibilidad (cupos, plataformas y contenidos), acceso y permanencia (dispositivos y adecuada conectividad y seguimiento y acompañamiento) aceptabilidad (contenidos curricularizados, amigables e interactivos y docentes, que además de su saber disciplinar y profesional, cuenten con las llamadas Competencias TIC (Unesco y Lineamientos del MEN). Y finalmente, adaptabilidad o pertinencia, es decir, que responda a las demandas de la sociedad, de la cultura y de la persona humana en su rica diversidad[4].
El argumento de que la educación presencial garantiza per se el “derecho integral a la educación” sólo funciona si se omite que a la educación presencial en Colombia aún le falta mucho para contar con las 4 patas de la mesa, sobre todo en aceptabilidad y adaptabilidad (calidad y pertinencia) origen de una de las más importantes causas de la inequidad.
Estudios como el de Wang y otros[5], sobre cómo se abordó el problema en China y recomendaciones de la UNESCO, plantean una solución omnicomprensiva mediante la cual el gobierno, “además de propiciar los recursos necesarios, convocó a padres de familias, ONGS, y otros actores para tomar conciencia de los efectos negativos del confinamiento en la salud física y metal de la niñez y la juventud y reducir su impacto, mediante una plataforma para reunir la mejor educación en línea, videos promocionales sobre estilos de vida saludables y programas de apoyo psicosocial en el hogar, aumentando la actividad física, teniendo una dieta balanceada, patrón de sueño regular y una buena higiene personal”.
Pero lo más preocupante, sin duda, es que, entre el grupo de notables que hacen los mencionados planteamientos hay muchos que se autodenominan progresistas, o se pueden considerar como tales; progresistas a quienes se refiere Thomas Picketty, como aquellos que en la historia mundial desempeñaron un papel trascendental en materia de conquistas de muchos de los derechos de los que hoy disfrutamos, pero que según este autor han debilitado su rol en la lucha por disminuir las desigualdades.
Algunos de estos notables progresistas en Colombia sólo señalan la responsabilidad del magisterio, (coincidiendo con aquellos, no tan progresistas, que adelantan hace tiempo una campaña de desprestigio para restar legitimidad a maestros y maestras del sector oficial) y no exigen, con la misma vehemencia con que lo hacen a los docentes, al Estado y a la Sociedad actuar decididamente para garantizar las condiciones para el pleno ejercicio del derecho a la educación en ámbitos presenciales y a distancia.
Si bien la vacunación y las estrategias de cuidado despiertan esperanzas, no debemos olvidar que la gran lección que nos ha dejado la pandemia es que servicios fundamentales de la sociedad como la salud y la educación deben sacarse de los circuitos del lucro y del interés particular y muchos abrigamos con optimismo la esperanza de que esta dura experiencia posibilitaría que la solidaridad y el bien común se ganarían un espacio en la aldea planetaria, pero, por lo visto, esto aún está aún muy lejano.
Es evidente que, si no hay un viraje, hacia asumir compromisos como sociedad, por parte de todos los actores, para enfrentar las grandes transformaciones necesarias de nuestro sistema socioeconómico, no habrá servido de nada tanta muerte, tanto dolor, tanto sacrificio y la sociedad y el sistema educativo, se habrán quedado sin aprender la lección para prepararse para la próxima pandemia.
[1] Coordinador Colegiado Comisión Gestora en Plan Nacional Decenal de Educación, Director Ejecutivo de Fundesuperior – Director Revista Cuadernos de Educación Superior y de la Revista Cuadernos Académicos del PNDE
[2] https://www.analesdepediatria.org/es-impacto-psicologico-del-confinamiento-poblacion-articulo-S1695403320301673
[3] https://www.eltiempo.com/vida/educacion/regreso-a-clases-moises-wasserman-habla-del-impacto-de-la-falta-de-presenciaidad
[4] Unicef (2020) La educación frente al covid-19 Propuestas para impulsar el derecho a la educación durante la emergencia.
[5] Guanghai Wang, Yunting Zhang, Jin Zhao, Jun Zhang, Fan Jiang. Mitigate the effects of home confinement on children during the COVID-19 outbreak. En: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)30547-X/fulltext Consultado 5 de febrero de 2021