Hace cinco, hace cuatro, y hasta hace no más tres años, expresiones como «biodiversidad», «medio ambiente», «desarrollo sostenible», «protección» y «conservación de la naturaleza», y «transición energética», eran alocuciones linguísticas que habían sido desterradas del vocabulario de agentes de la oposición y de miembros de la ultraderecha, pues al formar y al haber formado parte de una cultura y plataforma política del actual presidente Petro, desde antes de su candidatura presidencial, se convirtieron en emblemas satanizados y tomados como refranes del mamertismo, como propaganda innombrable del progresismo que no podrían adoptar.
Sin embargo, conseguido por el presidente Petro y por la ministra Mohamad, como un inmenso logro, la sede para Colombia de la realización de la Conferencia mundial de partes número 16, en la ciudad capital de la alegría y de la Salsa, Santiago de Cali, ahora con gran hipocresía, esos personajes entre opositores y gobernantes territoriales retardatarios, ya no cesan de posar orgullosos, cual abanderados de última hora, como defensores del significado de aquellas expresiones que fueron el objeto de su abjuración.
Esa, pues, la ética ideológica y social de estos individuos.
Hasta aquí la paradoja de primera instancia.
En una segunda instancia se espera que el persistente reclamo y demanda del presidente Petro sobre el amplio espectro económico que despliega la nueva mirada de la gobernanza ecológica mundial, también seas seguidas por estos grupos de oposición.
Reclamos para que, por una parte, la toma de conciencia de los pueblos los conduzcan a reformular ese modelo económico interno que termina privilegiando la productividad industrial avarienta, predatoria, extractivista e inmisericorde, por una economía que piense en el bienestar humano de la mano amistosa con el bienestar del medio ambiente, de la biodiversidad; sustituyendo la economía de la muerte del neoliberalismo, por la economía de la vida, de la planificación armonizada entre todos los seres vivos.
Y por otra parte, para que los países de mayor diversidad y contenido ecológico, de mayor extensión de riqueza natural, cual pulmones del mundo y sistemas originales de autoconservación de la vida del planeta, deban ser recipiendarios de una alta cuota de participación y retribución económicas, de todos los entes públicos y privados (entre empresas estatales transnacionales y grandes multinacionales industriales y conerciales), y países ricos beneficiarios del cuidado sempiterno qué los países como el nuestro ofrecen generosamente al orbe.
Es de esperarse, se itera entonces, que ese reclamo del presidente, mediante el discurso en términos y alocuciones económicas, igual a lo que aconteció con las expresiones alusivas al principio o primera instancia de esta reflexion, sean igual, más temprano que tarde, retomadas y reconocidas por esa godarria siempre retardataria e inconsciente, así sea que lo hagan para no quedar fuera de la moda o fuera de lugar demodé.