Por: Julián Alberto Villegas Perea
Nuestra selección Colombia es en la actualidad, un gran equipo sin duda. Un admirable conjunto que nos jalona el alma, pone nuestras miradas en un horizonte de esperanzas, crea unidad nacional, reactiva la economía, despierta la familiaridad criolla, negra, mulata, indígena, blanca y raizal, como un solo hombre y nos pone a cantar a todos un solo himno bien conocido cono estribillo de marca acreditada.
En lo muy técnico, es ahora una propuesta de juego europeo que nunca antes tuvimos. Esforzados, coordinados, aguerrido, talentosos. Merecen toda nuestra felicitación y reconocimiento.
Sin embargo, hoy nos queda como lección que cuando se está jugando con un rival de talla mundial, como es Argentina, que no hace ninguna concesión, no se pueden cometer errores, ni siquiera uno sólo; no puede haber el más mínimo descuido.
Cuando se da uno de esos eventos fallidos ante semejante adversario, eso es fatal. Y eso pasó ayer. 118 minutos en vilo, y vino un descuido evidente, y ahí fue!. Ese único momento lo aprovechó Argentina, y fue gol. Punto.
El éxito de los equipos actuales no está tanto en ser talentosos o habilidosos o coordinados. En eso Colombia fue superior, y es superior a Argentina. El éxito está en poder preveer por cada segundo, a cada instante, el riesgo y peligro que se cierne en los diferentes frentes de batalla. En eso Argentina hace muchos años aprendió esa estrategia. Colombia apenas está aprendiendo. Otra vez será, entretanto que aprendemos la lección.
Esa situación en comento consistió aquí en descuidar la línea de defensa, ora por relajamiento o por anticiparse demasiado en un solo momento.
Y es, mutatis mutandis, algo similar, pero al contrario a lo ocurrido cuando le hicimos el cuarto gol a Panamá.
En el partido contra Panamá se produce una falta contra nosotros en nuestro campo cerca del centro de la cancha. Por instantes el juego se para, y la defensa del contrario se relaja, baja la guardia, y tiene esa su línea de defensa adelantada. De manera que nuestro James, que cobra la falta, aprovecha el inmenso descuido, y en segundos le envía la pelota a Luchito Días quien se anticipa a la línea que ha quedado atrás, y le mete un globito al arquero, concretando la esférica en las redes de su arco. Allí Panamá fue el equipo que sufrió la situación de descuido de que hablo.
En el gol que nos metieron se repitieron similares condiciones, pero en contra nuestra.
Colombia hace una avanzada, y un delantero suyo llega hasta el campo contrario por el sector izquierdo más allá del centro del terreno. Cae cuando es atacado por un contrario. Y el equipo cree que el árbitro irá a pitar falta a nuestro favor, se relaja un instante subiendo líneas de defensa, quizás en la expectativa de hacer un ataque voluminoso. Empero el árbitro no pita; Argentina arrecia su ataque continuando el juego, y su mediocampo se la tira a otro, y éste se la cruza adelante a Lautaro, quien ha dejado atrás las líneas de defensa de Colombia, aprovecha el descuido, y en terreno solitario fulmina a Vargas, concretando el Gol.
Si bien tenemos mejor dominio de pelota en el centro del terreno que Argentina, cuando llegamos al muro de contención, que es la férrea defensa de un rival como estos, observo que no existe el suficiente talento o fuerza para romper o penetrar esa pared, y mejor aún, adentro de las 18, no dejarse enredar para fulminar sin contemplaciones el arco rival. Es allí donde la selección debe trabajar mucho.
Si a lo anterior sumamos el pitaje tendencioso del árbitro en nuestra contra, (que detenía los avances, no sacó cuando debía tarjetas amarillas a los contrarios, y dejó de sancionar un penalti a nuestro favor), cual reflejo de la mafia del fútbol que se ha enquistado tanto en la conmebol como en la FIFA; y por otro lado, por lo menos la ausencia de carácter nuestro -no la patanería de Borja- para reclamar debidamente la no sanción por parte del árbitro de ese claro penal cometido a Córdoba, se completa el cuadro de desaciertos.
Finalmente. Confirmo mis sospechas. Cada que entraba Matheus Uribe no era sinó para perder grandes opciones de meterla en el arco contrario; o para ver pases erráticos a favor del rival: o para complicar sin razón un avance. Con él adentro, el partido o se detenía, se enredaba o se descoordinaba, y finalmente, con Argentina, cuando entra perdimos.
No en vano ha terminado por recibir popularmente el remoquete de «pecho frío».
Nunca he entendido porqué el profesor Lorenzo, tan acertado en todo, enlistó a ese personaje.
Con todo. Es muchísimo lo que hemos avanzado, y de todo esto debemos sacar muy provechosos aprendizajes.