COLUMNA.
Se cumplen cerca de 20 años de la posesión de Hugo Chávez en Venezuela. 20 largos años que solo han traído miseria y violencia para los venezolanos y la ruina de un país rico y pujante. A su paso, la llamada revolución bolivariana todo lo destruyó.
En el año 2007, muchos llegamos a pensar que las fuerzas de oposición, en ese entonces lideradas por Leopoldo López, Henrique Capriles y María Corina Machado, podían restablecer la democracia. Nos equivocamos. Chávez sorteó la situación y se reacomodó. Pero lo ocurrido esta semana nos da una luz de esperanza. Por primera vez se rompió la estrategia de Maduro y se socavó realmente su legitimidad. Algo de esta dimensión no se veía desde entonces.
En el plano político, los líderes de la oposición aprendieron la lección. Hoy, Juan Guaidó, actual presidente de la Asamblea Nacional y quien preside el gobierno de transición, encarna una nueva generación de venezolanos que se volvió a sintonizar con las bases. Es un líder joven y cercano que transmite confianza, legitimidad y ha logrado aglutinar a todas las fuerzas de oposición que creen sinceramente en que su único objetivo es luchar por avanzar hacia un gobierno de transición desprovisto de apetitos personales.
Esto se reflejó en las multitudinarias concentraciones de la semana y en el lánguido apoyo en las calles, incluso de los empleados públicos, al régimen de Maduro. Da la impresión de que se hartaron de la extorsión, de la intimidación, y que el Gobierno no tiene cómo sostener por más tiempo lealtades compradas.
Por primera vez, 19 países, que son la mayoría en la OEA, con el liderazgo de Colombia y del presidente Iván Duque y de los países del Grupo de Lima, votaron en contra de Maduro. Estados Unidos, al reconocer a Guaidó como presidente interino, no ha descartado ninguna opción y podría dejar a su disposición los cuantiosos recursos de PDVSA y Citgo en ese país, comprometiendo considerablemente el flujo de caja y el intercambio económico para Venezuela.
Igualmente valiosa es la posición de Canadá en materia de derechos humanos frente al manejo de la crisis, tanto como la de Brasil por su influencia en los organismos internacionales y en muchos Estados periféricos. La declaración de Lima, por su parte, transmite unidad continental, con la sorpresiva excepción de México, que mezquinamente pretende recuperar un protagonismo que perdió en el Caribe.
La posición de la Unión Europea, de abrir un espacio para buscar una salida de transición, da la impresión de estar concertada. Alemania y Francia ya han dado un primer paso en la dirección que, supongo, seguirá la Unión. Y quien lea con atención la declaración de Rusia se percatará de que ella obedece más a un acto protocolario que a un apoyo real al gobierno de Maduro.
Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué va a pasar con los militares?
Mi opinión es que están fracturados. Las fuerzas militares en Venezuela no son un cuerpo homogéneo. Los militares de verdad, que no son los 2.000 generales inflados por la revolución, ni la guardia nacional ni tampoco la policía bolivariana, y mucho menos los llamados colectivos, han guardado silencio.
Como se ve, en el escenario político y social y en el plano internacional, y ojalá en el militar, se están alineando los astros. Ojalá esta crisis se precipite pronto, y Venezuela recobre su democracia y su institucionalidad y retome la vía del crecimiento, el empleo y la prosperidad. Colombia debe mantener con firmeza su actual posición frente al gobierno ilegítimo de Maduro y prepararse para acompañar con generosidad y con todos los recursos a su alcance la reconstrucción económica y social del hermano país. En tanto esto ocurre, debemos estar atentos, muy atentos, a cualquier coletazo del agonizante régimen.